miércoles, 17 de julio de 2013

#14

Me siento frente a él mientras él termina el último cigarrillo de la cajetilla.
—Veo que sigues fumando —comento mientras me siento en mi silla, frente a él—. ¿Qué tal estamos?
Solo sonríe mientras le miro fijamente. Saco yo también mi tabaco y me pongo a fumar, esperando a que conteste.
—¿Acaso te importa?
—Es una pregunta educada —respondo mientras enciendo el cigarrillo—. ¿Qué querrías que dijese?
—Contestas a mi pregunta con otra. Eso no puede ser bueno —tira la colilla sobre el cenicero y me mira—. La que debería responder deberías ser tú, no yo.
La tensión se palpa entre nosotros y, para romperla, sonrío.
—La verdad, no me da igual —cruzo las piernas bajo la mesa y doy una calada—. Pero eso a ti sí que te da igual.
—Ya sabes que no —se pone serio. Hace calor en el local y me arremango el jersey rojo, vuelvo a tomar el cigarrillo—. ¿Cómo te has hecho eso?
Señala con la barbilla a mi muñeca. Yo pongo la mano encima para que no la vea pero sé que es tarde y que, aunque formule otra vez la pregunta, sé que sabe qué es lo que oculto bajo mi mano.
—¿Qué es eso?
—Unos dicen una forma de llamar la atención. Otros que debería hacerlo de verdad —hago una pausa y dejo caer la mano que esconde unas cicatrices—. Yo lo llamo soledad.
—Por soledad no haces eso.
—Por no sentirte sola haces muchas cosas —digo mientras doy una calada mientras el carmín se queda en el filtro—. Unas buscan consuelo con sus amigas, de las cuales carezco. Otras en buscar a otro hombre, yo no puedo.
—Ahora me dirás que estás celosa —río mientras la ceniza cae sobre la mesa. Una carcajada estridente que llena nuestro rincón.
—Yo no siento celos de nadie, cielo. Si te quieres quedar con ella, adelante. Yo sé cómo es. Y cuando tú lo sepas, llorarás mucho más que conmigo —vuelvo a ponerme seria.
—Venga ya, N. Ambos sabemos que algo te ocurre.
—Sí. Se llama mezcla rara de sentimientos —doy una larga calada mirándole a los ojos—. Pero ya sabes que no estoy aquí para hablar de mí. Estoy aquí para que me devuelvas lo que fue mío.
—Déjame decirte algo...
—No —interrumpo yo—. No me vengas con la retahíla de que me quisiste mucho, que todavía me quieres y demás tonterías porque ya no se las cree nadie. Desde el mismo momento en el que os presenté y os mirasteis, supe que te enamorarías de ella. Yo no tenía oportunidad contra alguien como ella.
—Eso no es verdad. Te amé.
—Mira, sé que tus pensamientos seguirán siendo los mismos pero sabes, en tu subconsciente, perfectamente  que tú la querías incluso cuando estabas conmigo. Por eso querías que lo arreglásemos, para estar con ella —una lágrima recorre mi rostro y la limpio con rudeza—. No me importa haber sido tu entretenimiento mientras dabas con ella pero no repitas con un loro. Y más ahora que no lo tienes que ocultar.
Cojo lo que me pertenece, dejando que la colilla se deshaga en el borde del cenicero, y me marcho mientras mi mente se pone a recordar las idioteces de cigarrillos, cosas bohemias y polvos en un coche.

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