viernes, 29 de noviembre de 2019

Son las 2:18 y sigo pensando en ti.

¿Seré alguna vez capaz de superarte? ¿Seré capaz de no volver la mirada hacia atrás cuando crea que estás ahí?

Yo no soy Orfeo; no he tocado la lira para que Hades y Perséfone te dejasen salir de los infiernos y, por tanto, no eres Eurídice. Aunque mire hacia atrás, tú nunca estarás ni puedo ir a buscarte por mucho que me muera de ganas de ver tu sonrisa o tus ojos de girasol.

¿Cuándo vas a salir de mi mente? ¿Cuándo voy a dejar de olerte? ¿Cuándo voy a dejar de buscar tus rizos castaños? ¿Cuánto voy a tardar en ahogar tus recuerdos en un cajón, las emociones que se agarraron con fuerza a mi piel, de llorar por cada cosa que te quiero contar y no puedo?

Dicen que el tiempo cura las heridas sin embargo no veo que eso me esté pasando; siguen doliendo y no veo nada más que oscuridad a mi alrededor. Tu luz me guía al dolor y a la oscuridad, a los recuerdos no vividos y a esconder las lágrimas que no paran de fluir bajo el brazo que pongo para reprimir mi tristeza.

Finjo mi bienestar, mi sonrisa y me he teñido el pelo para que me dé fuerzas a seguir vibrando cuando no tengo ganas.

Aunque eso no me anima a tener ganas de conocer a nadie más, no me anima a pasar la página donde se derraman mis lágrimas y mis versos.

He escrito dos novelas pensando en ti y ambas tienen sentimientos derramados que se han enquistado en mí. Siempre dijiste que no querías que escribiese nada pensando en ti y ahora hay dos con un cuerpo firme, una con un final triste, angosto y otra que acabará bien al final; porque el amor todo lo puede, ¿verdad?