lunes, 13 de abril de 2020

Capítulo 160

Buenos días, amiwis.

La verdad es que me doy cuenta, mirando una extensa muestra de lo que escribo, me doy cuenta de que escribo más cosas tristes que cosas genuinamente felices. O sea, si alguien se leyera todos estos posts, llegaría a la conclusión de que he tenido una vida bastante miserable.

Mirando hacia atrás, vislumbro cosas felices pero que nunca escribí. Al pezqueñín le dije que era porque si estaba contenta, feliz, no era capaz de escribir; él me respondió que ojalá que nunca tuviera que escribir nada mientras estaba con él. Aunque esto no se trata de algo sobre él sino sobre mí.

No es que no sea capaz de escribir mientras estoy contenta o feliz, es que no sé describir ni mostrar esos sentimientos tan blancos, tan absolutamente bonitos; es como si mi propio cerebro me dijera que me los quedase para mí.

Siendo sincera, tengo muchos recuerdos buenos, que un día se perderán como lágrimas en la lluvia porque a mi cerebro le empieza a costar recordar cosas. Quisiera ponerme a escribir cosas buenas de ahora en adelante, quisiera escribir todo lo bueno que me pasa porque no quiero olvidarlas. No quiero que se queden en mi memoria hasta que no pueda retenerlas, ni como anotaciones en pie de página de mi diario.

Me va a costar. Pero lo conseguiré, espero que sí. Y voy a empezar ahora:

Lo mejor que me ha podido pasar es el COVID-19.

Porque he conocido a gente excepcional:

He conocido a una sandía que me hace reír, que me anima y que me hace creer que todo puede ir bien, que puedo llegar a ser lo que yo quiera y que me hace creer que merezco más de lo que pienso. Una señorita que tiene un corazón de oro y una mano de Miguel Ángel.

He conocido a una chirimoya que me hace fantasear con la idea de que todo merece la pena, incluso lo que podría ser que no, con el que filosofo sobre la vida a unas horas demasiado tardías o nos da por hacer caso a memes extraños.

He conocido a una tortilla que me da furros y que me ayuda a pensar que la gente tiene una pareja en algún rincón del universo, que ciertos gustos míos son totalmente normales y con el que es un placer charlar.

He conocido un shosho que dan ganas de estrujarlo y protegerlo de todo lo malo de este mundo.

He conocido a unos macarrones que tienen mal genio pero que disfruta de enseñar todo lo posible y más, además se le da dibujar bastante bien.

Los he conocido y no quiero volver a trabajar porque no quiero quedarme atrás con las bromas, con las risas y despegarme de todo esto que me ha traído esta cuarentena dichosa. Porque puede que me moleste no salir pero me jode más tener que salir. Sin todo esto, jamás los habría conocido, jamás hubiera pasado el suficientemente tiempo y me hubiera acabado yendo. Es más, no quiero perder la pista de dos de ellos porque se han ido volviendo importantes a lo largo de las dos semanas que he estado hablando, disfrutando de ellos y de las risas que nos echamos.

¡Mi único deseo es que esta cuarentena no se acabe nunca!

Agur~