sábado, 25 de julio de 2020

Capítulo 163

Buenas noches, amiwis.

Hace mucho que no me paso por aquí pero es que mi vida va con cauces un poco más locos, además de que estoy de vacaciones y tengo que disfrutar mi mesecito con todo, así que intento centrarme en disfrutar. Porque lo que es escribir, hace tiempo que lo he dejado atrás...

El caso es que traigo una entrada de librarme de mis rollos mentales; me he puesto música basada en La Comarca de ESDLA y me siento algo más positiva con respecto a todo. Voy a ir escribiendo un pequeño resumen de este mes de verano, en el que fue mi cumpleaños.

Cuando terminé la jornada de mi último día antes de las vacaciones, me encontré un gatito muy bebé en el trabajo y, por supuesto, me lo llevé a casa; hacía meses que llevaba soñando con gatitos bebés y ahora parecía que algo me sonreía. Y así era. Fui al veterinario de urgencias para que me dieran leche para gatos, un biberón y tetinas.

La verdad es que el bichino es precioso y, como llora un montón, le he llamado Shinji (como el protagonista de NGE); era totalmente blanquito y precioso. Sólo lloraba cuando quería comer y nada más, tranquilote...

El caso es que mi madre, según supo que estaba en casa, y me estaba diciendo que porqué lo había cogido y que no quería a ese bicho en su casa, bajo su techo; que tendría que haberlo dejado en el patio de la residencia para que su madre se ocupase de él.

Así era cuando llegó a casa

Debido a la negativa de mi madre de verlo como algo bueno, directamente me dijo que o me deshacía de él o lo ahogaría en la bañera; por supuesto, tuve que tirar de contactos para que alguien se lo quedase. Y, el mismo día de mi cumpleaños, tuve que dárselo a un amigo mío para que lo cuidase, tenía una llantina y mi madre preguntándome porqué estaba tan deprimida. Pues, no sé mamá, ¿por qué me haces deshacerme de un gato que me he encontrado y al cual tengo cariño? ¿Por qué es mi cumpleaños y siempre pasan cosas de mierda en este día de mierda?

El año antepasado, David, mi ex-pareja, encontró a su media naranja y me vine abajo; el año pasado, la persona con la que quería compartir mi vida me dejó el mismo día de mi cumpleaños y este año, encuentro un animal y no puedo quedármelo. ¡De verdad, qué tristeza de cumpleaños!

Finalmente, mi cumpleaños no fue tan mal; lo pasé con una persona maravillosa que he encontrado en esta cuarentena y al cual, debido a toda esta mierda, casi le jodo los planes aunque, debo reconocer, que es una persona dulce, cariñosa y que comprendió mi bajón anímico; y al cual también tengo que reconocer que me hizo sonreír, que me animó más de lo que esperaría y al cual le jodí su discurso de declaración con uno mío, susurrado en su oído mientras le abrazaba por detrás en una habitación de hotel. Él suele decir que el que ha tenido mayor suerte ha sido él por encontrarme. Yo pienso que no hay suerte en nada de esto sencillamente pura casualidad que ambos coincidiésemos en DbD y en el directo de mi sol.

Algún día, escribiré sobre él. Largo y tendido porque no quiero olvidar ningún detalle ni dejarlo bien atado. Por si algún día me muero o se me olvidan. Una se hace mayor.

El caso es que mis padres se fueron de vacaciones y yo, debido a un problema en casa de mi pareja, me lo trajo y aquí ha estado desde que se fueron mis padres; mimándole, dándole los biberones y ver el color de sus ojos.

Decidme que Shinji no es lo más bonito
del mundo mundial

El caso es que se me empieza a acabar el tiempo con él, tengo que buscarle un hogar, un buen hogar o encontrar yo un piso para alquilar y la cosa no está precisamente fácil. Sigo intentándolo porque no quiero quedarme sin él, no quiero volver a despertarme en mi cama y que ese bicho no esté maullando a voz en grito porque quiere su biberón o mimos o porque le doy mucho calor.

Aunque no todo lo del mes ha sido bueno, hay cosas que han hecho que Julio haya sido uno de los mejores en mucho tiempo.

Ahora vamos con lo malo, creo que estoy volviendo a repetir ciclos, creo que me encuentro en un momento que siento como si fuera un déjà vu y es que me he vuelto a encontrar en otro trío, y no, no son de los que me gustan. Es un trío amistoso. Como el de Harry Potter, en el que las otras dos personas son Harry y Hermione, yo sólo soy Ron. Me explico.

Siento como si esas dos personas tuvieran más complicidad entre ellas, como si yo fuera el vértice más alejado de un triángulo isósceles; así que, a pesar de que yo en su momento fui la favorita, no creo que siga siendo así; al menos no desde que una de esas personas también pilló las vacaciones y la otra todo lo centra en la primera. Sobre todo porque la primera, la cual llamaremos Helio, y la segunda, la cual llamaremos Aniol; Helio llevaba mucho tiempo diciendo que tenía ganas de que yo pillase vacaciones para poder pasar más tiempo hablando ya que yo tengo un horario asqueroso y ya he hecho con un horario de sueño (que Shinji se ha dedicado a destruir, jajaja) de acostarme a las 2 de la mañana, más o menos. El caso es que Aniol ha pillado las vacaciones y Helio sólo se centra en su persona, con lo cual, al final, me siento muy excluida porque siento que sobro de todas todas. Me pasó lo mismo con mi primer grupo de amigas y con el segundo, tres cuartos de lo mismo.

Así que, lo que hago, es intentar evitarlo aunque duela, y duele, duele muchísimo más de lo que nadie se puede figurar; y no es por dejar de ser la favorita, es ver cómo la relación se va enfriando en pos de otra persona. Pero estoy intentando acostumbrarme aunque me den ganas de morder y arrancar gargantas; sobre todo por las mentiras que se sueltan sin más.

Me quedan aún unos días de vacaciones y voy a aprovecharlos al máximo aunque no haya sido productiva, aunque no tenga ninguna gana de serlo.

Agur~

sábado, 6 de junio de 2020

Capítulo 162

Buenas noches, amiwis.

Hoy, realmente ayer, una sandía que conocí hace tres meses ha decidido escribir esto: 

Mi amiga es un cactus.
Sí, un cactus, un precioso, lindo y “doloroso” cactus :3 Pero… yo adoro a ese cactus; cierto que tiene unas afiladas púas, y que le encanta su soledad y su espacio, una piel gruesa que es su coraza que guarda el interior más hermoso que podáis imaginar. Ha vivido circunstancias muy hostiles, las cuales hubieran derrumbado a cualquiera, pero ella se mantiene fuerte, es una persona a la que admiro, la verdad.
Se piensa que es el patito feo algunas veces, pero bueno, lo de ser un poco idiota se lo quito a bocaos si puedo(?) >.< ¿Sabéis lo espléndidas que pueden llegar a ser las flores de los cactus? ¡La verdad es que son maravillosas y de múltiples colores!
¡Mi cactus es perfecto! Para mí es perfecto. Todas sus virtudes y sus posibles “defectos” son lo que lo han hecho ser MI CACTUS, y no lo cambiaría por otro. Ella es como es, y ella es perfecta en su imperfección. ♥
Yo, quiero abrazar a ese cactus, (mentira, me muero de ganas por abrazarlo). No me importa que me clave sus púas, no me importa sangrar por ese motivo… quiero abrazarlo, respetarlo, quedarme en su sombrajo y verla florecer. La quiero proteger de cualquier amenaza y de las cuales no pueda protegerla, pasarlas juntas. Prometo que no molestaré, sólo… déjame darte un bocadito de vez en cuando para que pueda hidratarme de tu interior, yo estaré ahí para ti.
Te quiero ♥

La verdad es que, cuando me llegó este mensaje, me parecía más una declaración de amor que de amistad y, sinceramente, se me da fatal ser amiga porque me despisto, me puedo tirar meses y meses sin escribir, sin dar señales de vida. 

Mi mejor amiga, Mari, lo sabe perfectamente. Tan pronto le puedo estar escribiendo todos los días, como puedo tirarme meses sin hablar. Quisiera enmendarlo pero no se me da bien arreglar mis defectos de carácter.

Además, está el tema de ciertos muros infranqueables que a ella, Sonia, se le dan bien encontrar y darse contra ellos; quizá es porque me he dado muchas hostias o porque me gusta de verdad. Quizá es porque me gusta tener a la gente alejada de mí y soy un erizo que se quiere mantener más cerca del frío que contra el calor del cuerpo ajeno. Y ya no digamos depender de otra persona, jamás me ha gustado, y con el paso del tiempo se me ha ido incrementando esa sensación.

Pero sí puedo hablar de Sonia.
Sonia es demasiado cabezota, muy chillona y es el sol que eclipsa a todas las estrellas; es guapa, tiene un cuerpo precioso y me preocupa que tenga ese aura tan triste, que piense que ella no se merece cosas buenas, que piense que la gente sólo ve sus rayos y se conforme con la tierra firme cuando podría desplegar las alas hacia los cielos; ¡quítate las cadenas! ¡Deja de atarte al suelo firme! ¡Mira tus alas!



Las alas de Sonia se están lacerando y pronto se echarán a perder; su propio interior está pidiendo a gritos desplegar esas alas pero la inseguridad y el miedo la echan hacia atrás.



Sonia sólo tiene un miedo: que le hagan daño. Por eso vive, como yo, encerrada tras sus murallas, con sus soldados paseando y siempre dispuestos a pelear, cargados con hachas y lanzas, dragones protegen las puertas de las primeras murallas, en las puertas de las segundas, te encuentras un montón de zarzas que ha ido levantando para que nadie se acerque a la última muralla que se abre con unas cuantas caricias y un poco de tirarle de los pezones, aunque no le guste.

Pero Sonia, no eres todo murallas, no eres fosos, dragones ni soldados. Eres un sol brillante, radiante que llena todo de color y de luz, aunque te vistas de colores oscuros; me daba mucha envidia que me eclipsases pero, ¿qué puede hacer una estrella contra un sol entero? Eres divertida, cariñosa, con humor verde y mejor mantener una fusta lejos de tu alcance. No voy a mentir, ojalá fuera capaz de darte un ramo de nardos blancos y rosas rojas; ojalá fuera capaz de acabar con tus cadenas y que pudieras chamuscar a quien quisiera tirarte del cielo que tú lideras; ojalá consiguiera que dejases de pensar de esa manera sobre ti misma y empezases a verte con los ojos con los que te miramos los que te conocemos. No son pocos los que pensamos que irradias algo muy magnético y no por cómo seas por fuera.

Ojalá fueras tú el amor de mi vida.

A pesar de todo, te quiero. ♥

Aunque pienses que te alejo, que te encuentras luchando fuera de mis murallas exteriores porque son sólo cosas tuyas ya que no me comprendes del todo.

Pero eso, te quiero.

Te quiero radiante.

Te quiero luminosa.

Te quiero incandescente.


lunes, 25 de mayo de 2020

Capítulo 161

Buenos días, amiwis.

¡A Madrid ha llegado la desescalada!

Aunque seamos sinceros, aquí no se ha hecho la cuarentena como se debía y ya no digamos que ahora, con eso de que hemos llegado a la fase 1, mucha gente se va a pasar por el forro de los huevos ciertas normas. Aunque, qué puedo decir yo si he sido la primera que no he cumplido pero es que ya no podía más.

Ya este fin de semana me he escapado de casa para conocer a alguien. Un cachorrete tierno, chinchoso y al que tiro de la lengua más de lo que debiera.

Le conocí hace un mes y pico mientras jugaba con Miya al DBD. Empezamos a hablar de cosas sexuales cuando él dijo que no había mujer que le hubiera satisfecho sexualmente, le dije que eso era porque no había conocido a una buena tía que le pusiese la polla de vuelta y media. Él empezó a decir que se lo demostrase yo, que tanto aires me daba; le dije que yo era demasiada mujer para él, un yogurín de 25 años, un enano, un bebé. Seguimos pinchándonos hasta que nos fuimos a la cama.

También estuve cuando le dio un bajón. Le estuve escuchando, sentí su dolor y me puse de enfermera a poner tiritas, echar betadine y gasas a las partes más destrozadas. No recuerdo porqué estaba mal, sólo sé que no se merecía estar así. ¡Cómo me gustan las personas muy rotas!

Ahí fue cuando me soltó que le gustaba. Por supuesto, yo subí las defensas enseguida. Había prometido no volver a enamorarme nunca más y no quería hacerlo; había estado sufriendo durante mucho tiempo por culpa del pezqueñín. Así que, utilicé la primera línea de defensa: el desmontar todo lo que dijera de que le gustaba: decir que era mentira, que dejase las bromas... Todo lo que tenía en mi poder para evitar que él sintiese nada por mí.

Pero, como en una novela de Jane Austen, eso no hizo nada sino dar leña a su aprecio que fue subiendo de nivel y mandando más tropas en contra de mis defensas; pero, salvo asedio, mis muros se mantenían inquebrantables. Era una lucha encarnizada por a ver quién se rendía antes. El asedio a mi corazón de muros impenetrables.

La verdad, es que todo se reducía a él diciéndome que le gustaba mucho y yo negando tales afirmaciones.

El punto de no retorno fue cuando empezamos a dormir juntos. Y sí, juntos pero no revueltos. Él en su casa, yo en la mía, vía teléfono. Todo lo que me daba si mi cuerpo no estaba muy cansado. Ahora, debo reconocer que duermo mejor cuando está al otro lado.

Y el sábado me escapé. Porque con los de la capital, cualquiera se cree que la fase 1 va a durar mucho. Esa era nuestra excusa.

El sábado me escapé a Móstoles y, aunque ya había visto su cara por fotos y por un vídeo (él sonriendo tiene un je ne sais pas que hace que le hace ser más guapo). Todo fue nervios porque no quería que me pillasen los guardias y quedarme con las ganas así que iba mirando por todos lados por si acaso pasaba. Pero no pasó. Llegué a mi destino demasiado fácil porque, además, allí suspendí una de las veces mi carnet de conducir. ¡Ya le vale vivir en una calle tan mala!

Cuando le vi, sentí que no había nada que hacer, que los muros habían resistido el ataque y que ya no podía sentir nada de nada. No hubo mariposas ni hubo todos esos signos que salen en las películas. Quise llorar pero no me dejé. ¿Cómo podía ser que, a pesar de echarle de menos cuando no hablábamos por teléfono al irme a dormir, no sintiese nada al verle? Y fumé. Exactamente dos cigarros seguidos pero no volví a necesitarlos, sólo gasté mi último cartucho cuando nos sentamos y porque me apetecía, no por nervios ni por ansiedad. Gracias a que él no invadió mi espacio, se portó normal y gracias a Miya que también disipó bastante el ambiente.

Luego nos fuimos a una plazuela cerca de su casa, donde comimos unas patatas y unos refrescos. Empecé a acercarme, prácticamente sin darme cuenta, ya tenía las piernas sobre las suyas; estaba chinchándome y yo mordiéndole el cuello. ¡Está muy rico, por cierto!

Y seguí mordiéndole hasta que encontré su punto débil. ¡Jé! Menuda hacha soy. Le mordí y se puso tontorrón, seguí mordiéndole y acabé por ponerle cachondo; ¡y con lo que me gusta a mí jugar! Y por supuesto, todo el partido hasta el final. La noche nos cogió, sentados en ese banco, bebiendo y poniéndole cachondo hasta que fue la hora de separarnos. Sentía que el tiempo había pasado demasiado rápido, que necesitábamos más horas del día; siempre nos pasa lo mismo, que nos faltan horas. Me eché a llorar cuando me abrazó y no pude evitar decirle que sentía no haberme enamorado de él, que no le hubiese tocado el premio que él quería y me besó por segunda vez. Me gustó, ¿para qué negarlo? Yo le devolví otro y sentí calma y paz.

Quiero enamorarme de él.

Y él seguirá a pico y pala para que eso ocurra.

¡Ahora me gusta más!

Ahora no me apetece esperar a dentro de dos semanas para volver a verle.

¿Será que a mí también me están saliendo grietas en los muros?


lunes, 13 de abril de 2020

Capítulo 160

Buenos días, amiwis.

La verdad es que me doy cuenta, mirando una extensa muestra de lo que escribo, me doy cuenta de que escribo más cosas tristes que cosas genuinamente felices. O sea, si alguien se leyera todos estos posts, llegaría a la conclusión de que he tenido una vida bastante miserable.

Mirando hacia atrás, vislumbro cosas felices pero que nunca escribí. Al pezqueñín le dije que era porque si estaba contenta, feliz, no era capaz de escribir; él me respondió que ojalá que nunca tuviera que escribir nada mientras estaba con él. Aunque esto no se trata de algo sobre él sino sobre mí.

No es que no sea capaz de escribir mientras estoy contenta o feliz, es que no sé describir ni mostrar esos sentimientos tan blancos, tan absolutamente bonitos; es como si mi propio cerebro me dijera que me los quedase para mí.

Siendo sincera, tengo muchos recuerdos buenos, que un día se perderán como lágrimas en la lluvia porque a mi cerebro le empieza a costar recordar cosas. Quisiera ponerme a escribir cosas buenas de ahora en adelante, quisiera escribir todo lo bueno que me pasa porque no quiero olvidarlas. No quiero que se queden en mi memoria hasta que no pueda retenerlas, ni como anotaciones en pie de página de mi diario.

Me va a costar. Pero lo conseguiré, espero que sí. Y voy a empezar ahora:

Lo mejor que me ha podido pasar es el COVID-19.

Porque he conocido a gente excepcional:

He conocido a una sandía que me hace reír, que me anima y que me hace creer que todo puede ir bien, que puedo llegar a ser lo que yo quiera y que me hace creer que merezco más de lo que pienso. Una señorita que tiene un corazón de oro y una mano de Miguel Ángel.

He conocido a una chirimoya que me hace fantasear con la idea de que todo merece la pena, incluso lo que podría ser que no, con el que filosofo sobre la vida a unas horas demasiado tardías o nos da por hacer caso a memes extraños.

He conocido a una tortilla que me da furros y que me ayuda a pensar que la gente tiene una pareja en algún rincón del universo, que ciertos gustos míos son totalmente normales y con el que es un placer charlar.

He conocido un shosho que dan ganas de estrujarlo y protegerlo de todo lo malo de este mundo.

He conocido a unos macarrones que tienen mal genio pero que disfruta de enseñar todo lo posible y más, además se le da dibujar bastante bien.

Los he conocido y no quiero volver a trabajar porque no quiero quedarme atrás con las bromas, con las risas y despegarme de todo esto que me ha traído esta cuarentena dichosa. Porque puede que me moleste no salir pero me jode más tener que salir. Sin todo esto, jamás los habría conocido, jamás hubiera pasado el suficientemente tiempo y me hubiera acabado yendo. Es más, no quiero perder la pista de dos de ellos porque se han ido volviendo importantes a lo largo de las dos semanas que he estado hablando, disfrutando de ellos y de las risas que nos echamos.

¡Mi único deseo es que esta cuarentena no se acabe nunca!

Agur~

jueves, 26 de marzo de 2020

Capítulo 159

Odio estar en casa.

La puta cuarentena está haciendo que me enfrente a una parte de mí misma a la que no quiero enfrentarme; me siento estática, me siento inútil, me siento sola y me siento nulamente atractiva.
Estar tantas horas del día sentada, viendo pantallas, leyendo libros, dibujando o aprovechando cada mínimo minuto para no sentirme como una gata encerrada en una jaula y no enfrentarme a esa parte de mí oscura, maliciosa, insegura y de la que intento evadirme.

Porque, mientras no estaba de cuarentena, me movía y a mi cerebro no le daba tiempo a atisbar ni por un minuto el profundo abismo que se abre abruptamente. Teniendo el cerebro colapsado de todo, no me daba tiempo salvo a sentirme cansada y a ponerme la máscara.

En el estatismo de nuestro alrededor, siento que me asomo al abismo, que me devuelve la mirada y que me dice que no tengo nada; que con 28 años, sigo estando en casa de mis padres; que no tengo amigos que se preocupen por mí; que si diera el paso que llevo pensando desde hace más de una década, no importaría nada.

Es dar un salto para meterse en la poza de alquitrán y no volver respirar; es hundirse en el lodo. Es estar estática para sentir la gran desconexión que tengo con el mundo.

Yo... No quiero estar desconectada. Pero siento que ya no sé estar de otra manera. Porque conectar es dolor, conectar es cumplir unas expectativas, conectar es no ser suficiente nunca.

¿Y para qué quiero yo conectar?