martes, 6 de enero de 2015

Capítulo 117

Hoy he empezado la noche pensando que quizá nadie me ame. Que nadie querría estar con alguien como yo.
No es problema de físico sino de sentir que algo dentro de ti no encaja de la misma manera de la que debería. Me siento igual que un puzzle a medias, con el que los niños han jugado, han juntado otras piezas de otros rompecabezas y ahora intentan que encajen en mis partes vacías: les dan media vuelta, les apretan contra los dientes pero no, no encajan.
Así me siento yo: desorientada, intentando que las piezas del puzzle que es mi cabeza encanjen sin ni siquiera mirar a ver si es la pieza correcta. Muchas veces me levanto con dolor de cabeza, jaquecas de enormes problemas, nudos que podrían haber atado barcos y navíos en un puerto que se aprietan en mi espalda, dolores raros en partes raras y sentirse como si todos los transportes del mundo, los deportistas y luchadores del mundo, los estresados del mundo y los que te odian en el mundo, hubiesen hecho una macrofiesta/orgía en tu cuerpo y te quitan las ganas de levantarte.

Hace poco, me dijeron que mi blog es muy agonías y yo contesté: “No tengo la culpa de no tener inspiración. De que no tenga más que relatar que los dolores, los rotos y los descosidos que sufro. Pero la vida no es de color de rosa, no es una novela en la que todo vaya bien; la gente tiende a entender mejor el dolor ajeno como propio mientras que la alegría lleva a envidias. Yo no quiero engañar a nadie diciendo que mi vida es maravillosa porque no lo es. Es un revoltijo de ideas, de rotos, descosidos, discusiones, debates y renglones torcidos”.
Aquí os dejo otro renglón torcido con trozos descosidos y bolígrafos que rayan la superficie de mis pensamientos en blanco.