jueves, 26 de marzo de 2020

Capítulo 159

Odio estar en casa.

La puta cuarentena está haciendo que me enfrente a una parte de mí misma a la que no quiero enfrentarme; me siento estática, me siento inútil, me siento sola y me siento nulamente atractiva.
Estar tantas horas del día sentada, viendo pantallas, leyendo libros, dibujando o aprovechando cada mínimo minuto para no sentirme como una gata encerrada en una jaula y no enfrentarme a esa parte de mí oscura, maliciosa, insegura y de la que intento evadirme.

Porque, mientras no estaba de cuarentena, me movía y a mi cerebro no le daba tiempo a atisbar ni por un minuto el profundo abismo que se abre abruptamente. Teniendo el cerebro colapsado de todo, no me daba tiempo salvo a sentirme cansada y a ponerme la máscara.

En el estatismo de nuestro alrededor, siento que me asomo al abismo, que me devuelve la mirada y que me dice que no tengo nada; que con 28 años, sigo estando en casa de mis padres; que no tengo amigos que se preocupen por mí; que si diera el paso que llevo pensando desde hace más de una década, no importaría nada.

Es dar un salto para meterse en la poza de alquitrán y no volver respirar; es hundirse en el lodo. Es estar estática para sentir la gran desconexión que tengo con el mundo.

Yo... No quiero estar desconectada. Pero siento que ya no sé estar de otra manera. Porque conectar es dolor, conectar es cumplir unas expectativas, conectar es no ser suficiente nunca.

¿Y para qué quiero yo conectar?