domingo, 28 de noviembre de 2010

Tenshi Nanka Ja Nai.

Cuando sentía que su relación o ella misma no iba bien, se enfrascaba leyendo a Ai Yazawa; se encerraba en la habitación y lloraba con los personajes, reía, se enamoraba, por eso le gustaban tanto los shoujo, porque eran los únicos que entendían que la pasaba.
Ése día hizo lo mismo, empezó leyendo el primer tomo de No soy un ángel, el que llegó antes a sus manos, el que estaba más desgastado por el uso y disfrute que le había dado porque le encantaría ir a una noria, sentarse con su chico en la cabina y darse un beso, disfrutar de la puesta de Sol, porque le gustaría sentir que su chico fuera así de romántico con ella, no tanto sexo y en casa pero cuando no hay dinero... Porque quisiera que sus padres fueran como los de Midori, la protagonista, que no criticasen tanto su forma de vivir su amor; pero tampoco podía cambiarlos.
El segundo tomo fue aún más bonito aunque uno de os que ocurre el desastre, la protagonista sentía que Akira Sudoh, "novio", le gustaba Maki, su profesora de arte, y que la cambiaría por ella en cuanto Midori se diese vuelta así que... acaban con la relación.
La Desconocida lloraba, lloraba y lloraba, porque sabe que ese tipo de hombres no existen, salvo en la imaginación de otra mujer. Porque ella quería un hombre así, un romance así, se sentía tan conmovida por esas historias que, incluso, se pensaba que ella la protagonista, junto con su novio y el otro. Pero solo era su imaginación, nadie, NADIE, iba a hacer eso por ella; nunca nadie pelearía por su amor porque no es valiosa; así que se sentía más deprimida.
-Midori, -le susurraba al manga, -no dejes a Sudoh, él es el chico de tu vida. No le dejes. -y lloraba. Fluían las lágrimas con rapidez y saladas llegaban a la colcha de la cama.
-Yo quiero a alguien como Sudoh. -decía mientras cerraba la tapa del cuarto tomo y pedía a Dios que a ella también le llegase un Sudoh. Pero nunca llegaba y nunca le llegará.

viernes, 26 de noviembre de 2010

ÉL, el Otro y la Desconocida.

Caminando por la calle, no para de mirar a las parejitas de turno que se achuchan en público, no lo soporta, sobretodo cuando ella también tiene pareja pero no es capaz de pasar de un simple pico ni cuando está en la calle, ni cuando está con sus padres, aunque luego le defienda hasta la muerte. No puede aguantar que la gente sea tan poco cívica. Imagina a él y ella hablando sobre sus sueños pero ella no es capaz de decir que sueña con su ex. Que no para de pensar que el otro es su mejor opción y se siente culpable, por eso ha dejado de besarlo tanto, ha pasado a las caricias y los besos en la mejilla; ya no le gusta tanto verle ni hacerle el amor porque en realidad no para de pensar en el otro.
El otro, cuando le mira a él a los ojos, el otro cuando está con él, el otro cuando se enfada, el otro cuando todo se desmadra, el otro cuando está sola, el otro aunque todo se arregle.
Ella intenta olvidarle pero no puede, una canción o un gesto, todo la ayuda a darse la vuelta, a mirar a su espalda y buscarle, mirar a la carretera cada vez que pasa un coche plateado. Sabes que es una gilipollez pero sigue haciéndolo, sabe que él nunca volverá y aún así sigue con la esperanza que verle, él se gire y la sonría pero eso no es verdad, y ella lo sabe.
Por mucho que mire él no volverá a sonreírla y decirla que estará ahí cuando le necesite, no volverá a verle ni ella lo olvidará hasta que esté con él, que esté ahí como amigo y la abrace y la repita que la quiere como amiga y más; que estará ahí, que la recibirá en sus brazos porque es así como se siente, perdida y sola en ese mundo de relaciones que vienen y van.

martes, 23 de noviembre de 2010

Su madre.

Todas las mañanas, cuando su madre la llamaba por las mañanas, a las 6:50 AM, ella seguía teniendo sueño por eso nunca se levantaba enseguida. entonces su madre la decía:
-Vamos, deprisa, que vas a llegar tarde.
Pero ella seguía yendo lento, todavía tardaba en levantarse o  en hacer lo que tenía que hacer, su madre la seguía apremiando.
Así todas las mañanas, y ella seguía con su lenta marcha al instituto, y la mirada de su madre de desesperación para que se diese prisa la recordaba a alguien.
Un día su madre:
-Siempre tan lenta, ¿cómo puedes hacer todo así? Yo me estresaría.
-Tú siempre estás estresada.
-Un día no te dejarán entrar en clase.
-Todos los ordenadores para ellos...
-Y encima hoy tenías examen, seguro que no has estudiado.
-Claro que no. Es un examen práctico. -ella sorbía el Colacao de su taza de los 1o1 Dálmatas de cerámica, daba pequeños sorbitos que ponían negra a su madre, a la que un día le daría un ataque del corazón.
-Vamos, hija, date prisa. Vas a llegar tarde. -entonces a la chica se le iluminó la cara. -¿Qué pasa? ¿Has tenido una idea?
-Algo así.
-Dios mío, que se te ocurra una idea es algo que da miedo.
-Ya sé quien te pareces. -dijo la muchacha, con una sonrisa de oreja a oreja. Su madre esperó unos minutos a que ella se lo dijera. -Al conejo blanco con reloj de Alicia En El País De Las Maravillas.
La madre puso los ojos en blanco y mirando al cielo exclamó:
-Mira lo tarde qué es. Llego tarde; me voy, me voy. -con el mismo repiqueteo del conejo en la película de Disney. Ella sonrío por lo bajo, lo sabía, su madre era el conejo blanco de Alicia.


Miraba por la Ventana.

Ella no podía dejar de pensar que el cielo estaba más bonito ese día, un día de invierno, que sus amistosos y queridos días de verano.

Estaba en clase pero estaba en su mundo, estaba encerrada en ese aula, con 16 o 17 compañeros más, pero a la vez se sentía más libre que un pájaro; porque ella no paraba de soñar, ni de disfrutar incluso con los ojos abiertos. Veía las tonterías de sus compañeros sin participar, no es porque se sintiera superior, sino porque se sentía inferior, porque no se sentía que ella no estaba en ese mundo; toda su vida se había desarrollado sin vivir la vida sino observando como se le iba de entre los dedos. Pero ella no quería cogerla con fuerza, siempre, desde pequeña, supo que ella nunca estaría preparada para el mundo exterior, ella nunca debió de haber sobrevivido a la incubadora; nunca debería haber aguantado tanto; era débil y lo único que la hacía sobrevivir en el mundo real era su imaginación y la música; quizá el bailar hasta que su cuerpo le decía basta. Porque solo tenía un par de cosas para sentir que vivía o por las que vivir. Incluso con su novio al lado se sentía sola, porque así se sentía siempre.