domingo, 6 de enero de 2019

Capítulo 153

Buenos días, amiwis.

Anoche vinieron los reyes Magos para toda España, las cabalgatas estaban colmadas de carrozas, los ayudantes y las propias majestades pero yo no me detuve ante tan estruendoso armatoste porque salí corriendo ya que el Pezqueñín (así se va a llamar hasta que quiera yo) salía pronto de trabajar y yo, como siempre, iba tarde a encontrarme con él. Quizá, cuando me haga mayor, me vuelva más puntual y salga con tiempo a todos los sitios.

El caso es que iba a lo que iba salvo que había raro en el ambiente. Seguramente fuese en mí misma, en que era la noche de sus Majestades Astrónomos y que la calle estaba llena de parejas con niños. Quizá es que sencillamente soy tonta por sentir ya que había prometido no volver a sentir nada por nadie, siempre acabo yo peor de lo que realmente quería.

«¿Y ahora por qué?», os preguntaréis con cierto gesto en el rostro y pensando que jamás aprendo de mis errores, de las cicatrices y de todo lo que voy arrastrando. La verdad es que no, no me da por aprender que me van a joder y que debo hacer una armadura más dura que el adamantium.


Llegué a Plaza de Castilla y allí me esperaba él, con cara de niño perdido por la jungla; se portó como siempre: de una manera mimosa y demasiado dulce. A lo que yo respondo con cortes porque no quiero ilusionarme con nada. Ilusionarse es quererlo pasar fatal, es destruirme a mí misma y seguir arrastrando otra decepción.



El caso es que nunca había visto ‘500 Días Juntos’ y es una de las películas que pusimos en la lista de ver cuando pudiéramos juntos (yo ya la había visto pero es que la lista es sobre las que él no ha visto) y, aprovechando que me iba a quedar a dormir con él, pues decidimos ponerla después de cenar. Creo que le gustó; o al menos eso me dijo a mí pero tampoco vamos a desconfiar de su palabra.

Sin embargo, cuando el film se terminó, me dio ganas de llorar porque yo no era Summer, yo no iba a ser capaz de encontrar a nadie que me viese de otra manera que cómo se me ve ahora: una tía de la que aprovechar para echarle cuatro polvos y adiós muy buenas. Me puse a mirar el techo lleno de gotelé e intenté no pensar demasiado en ello puesto que era estúpido, doloroso, hiriente. Las palabras que me han dicho muchas veces (tanto con intención de hacerme daño como no) se aferraron a mi mente, como las mandíbulas de una sanguijuela, cerrándose en torno a mí. Pensé en lo que soy para él, en lo que realmente soy: una especie de maestra con la que aprender cosas sobre sexo; no hay más. Yo no estoy enamorada de él ni él de mí pero me gusta. Y, reconozco, que me gusta pensar en cómo en Año Nuevo le sentí casi pareja mía. Pero yo sólo soy lo que soy. No tengo nada más que ofrecer: sólo confusión, sólo miedo, sólo coraza, sólo algo hecho trizas, sólo hate, sólo cosas malas, ¡sólo huidas! Porque es lo único que quiero, salir huyendo de los sentimientos que se acerquen mínimamente al amor romántico.

Pero me siento tan bien. Me sentí tan bien con su brazo rodeándome, me sentí tan plena cuando paseé mis manos por su espalda, me siento tan arropada aunque sea sólo hablando con él, me siento tan atraída por él...

¡Y yo no tengo nada bueno por ofrecer!
Sólo soy una persona salida que disfruta del sexo, que pasa de fantasear sobre el destino, que no quiere ser herida de nuevo, que no quiere perder más el tiempo con cosas que quizá no funcionen... ¡Sólo soy una cobarde!


Ojalá todo esto pudiera curarse de alguna manera pero las cicatrices son tan profundas y no están tan curadas como para dar un paso hacia delante. No hay manera de que crea que no voy a acabar tan herida que me tire otra temporada soñando despierta con amores que no puedan infligirme ningún tipo de dolor. Y él tampoco se merece eso mismo.

Agur~