lunes, 14 de septiembre de 2015

Capítulo 125

Buenas noches, por decir algo.

Hoy he sufrido un duro golpe; uno que me hace sentir un vacío enorme y ahora mismo, la casa en sí está muy triste, sin ella. En general, el estado de ánimo de la familia no está para tirar cohetes pero es normal.


Mi perra, que llevaba conmigo media vida mía, se murió esta mañana; se quedó dormida y queremos pensar que no sufrió pero en casa sí que estamos sufriendo porque ya no está. Ha sido difícil encontrarla bajo una cama, como si estuviera dormida pero sin responder cuando la llamábamos. Posiblemente mucha gente piense que exagero demasiado con esto, sin embargo vuestra opinión me la suda a dos manos.
Para mí, mi perra fue una de las mejores amigas que he tenido en la vida, ver su carita y sonreír cuando venía a verte; la alegría de verte y tenerla bajo la mesa arañándote para que le dieses algo de comer.

Sé que nadie me puede devolver a mi mascota pero eso no significa que no sufra por ello, ni que desee que no se hubiese ido; porque ahora se la echa de menos. Sé que murió más por vieja que nada y que seguro que está en el cielo de los perros inflándose de chuches con sabor a chorizo (sus favoritas).

Aún recuerdo cuándo y cómo llegó a casa: Era 10 de Julio 2003, mis padres me dijeron que me llevaban un regalo de cumpleaños que me iba a encantar. Recuerdo haber preguntado que si era un hermanito pequeño y a mi madre reírse al otro lado del teléfono. La impaciencia por ver qué era mi regalo hasta que llegaron, a las 9 de la noche con una caja de zapatos que dejaron en el suelo y, dentro, había un cachorro enano hecho una rosquillita y moviendo el rabo. El perrillo más cuqui que podría haber en el universo, que saltó de dentro dispuesto a jugar con nosotras, aunque no pudimos mucho porque había que dormir. Recuerdo como se tiró aullando y llorando, y finalmente la metí en la cama.

También recuerdo la paciencia que tenía que tener para estar jugando con nosotros, sobretodo mi hermana que jugaba con ella como si fuera su muñeca viviente y la daba de comer sus pelotillas con cuchara; la de veces que la regañamos por hacer caca en las pantuflas de mi padre; cuando venía moviendo su rabito cuando veníamos del colegio y el furor que hizo en el colegio cuando mis padres la paseaban para ir a recogernos. La de veces que la paseábamos por nuestra calle y acabábamos jugando a pillar con otros niños y ella, las veces que la metía en la cama para que me calentase los pies y para no sentirme sola. Seguramente todo el mundo diga lo mismo de su animal, pero mi perra era el mejor animal del mundo: cariñoso, bueno, obediente y juguetón.

Nosotros la echaremos de menos.


Kissy
1 de Junio de 2003 - 14 de Septiembre de 2015