sábado, 13 de julio de 2013

#10

Vicky había ido con su pesar a hacer senderismo.
Le encantaba, y le sigue gustando, ir sola a perderse por la montañas. Si podía se quedaba vagando por allí días enteros, en contacto directo con la naturaleza.
Bajando por una piedra descubrió un puente de piedra que posiblemente fuera construido por los romanos; se sentó en uno de los extremos y apoyó los pies en la misma piedra, dejando que el aroma del bosque entrase en ella, puso su música al tope en los cascos y empezó a cantar.

I'm standing on the bridge
I'm waiting in the dark
I thought that you'd be here by now
There's nothing but the rain
No footsteps n the ground
I'm listening, but there's no sound

Quizá no fuera un buen momento para aquella canción. Estaba sobre un puente, bajo la oscuridad y la luz pálida que las nubes dejaban traspasar. Pero eso no hacía que Vicky perdiese sus ganas de cantarla, de pasarlo mal para olvidar; de sus ojos brotaban las lágrimas que no podía detenerlas. A ella nadie la vendría a buscar; nunca tendría un Romeo que le esperase fuera sin que ella dijera nada.
Ella esperaba que algún día un hombre le esperase en el portal de su casa con una moto, vestido solo por una camiseta, unos vaqueros y fumando. Que la mirase con sus profundos ojos y le dijera:
—Hola, nena —aunque odiaba que la llamaran nena—. Te esperaba.
Pero nunca, nunca podría cumplirse su sueño. Nadie estaría tan enamorado de ella como para esperarla bajo la lluvia con un cigarrillo en la boca.

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