domingo, 4 de marzo de 2012

Por siempre tres -Rubia.

Aún recuerdo cuando pasaba mis largas tardes de invierno escuchando Otep en mi habitación. ¿Acaso otras canciones que me hicieran sentir que la furia e ira que me hacían hervir las venas en cuanto mis padres se pasasen con sus comentarios?
-Quita esa música. -gritaba mi padre desde el salón pero eso no hacía que la bajase, sino que la subiese a unos niveles que la pared de mi habitación, por la potencia de los altavoces, vibrase. -¡Que la quites te he dicho!
Subí el volumen un par de niveles más. Y la pared retumbaba con el bajo y batería de la canción. Mi padre siempre abría la puerta de un golpe y me propinaba a mí otro sin embargo no me importaba, ya no podían dolerme esos arranques suyos. Yo ya era una mujer de hielo.
Tras el sopapo propinado y la cadena de música bajada o apagada, volvía a su escenario de salón, televisión y sofá.
Miré el reloj y, como siempre, tenía que ir a clase. Las clases de por la tarde de arte, no me dejaban indiferente sobre todo cuando nos dejaban dibujo libre en Pintura. Y en la Blackberry que había conseguido comprarme con el ahorro de varias pagas semanales y del dinero de Navidad y cumpleaños ahorrado, con los cascos enormes de calaveras, y los miles de tonos que una guitarra, batería y bajo. Courage my love, llenaban mis cascos cuando estaba en el autobús. Miré mi mochila negra de cuadros blancos y negros. Firmada por las pocas amigas que había conservado por mi estupendo paso por mi instituto lleno de asquerosos chonis.
Había terminado mi bachiller de dibujo con muchas incidencias por levantarle la mano a más de un gilipollas de los que mi instituto estaba poblado. Me juzgaban por mis pintas sin saber cómo era yo ni qué me había llevado a tales extremos.
Los profesores no hacían más que excusar mi comportamiento por la música que escuchaba, Metal Rock, Punk y un largo etcétera. No sé ni cómo llegué a aprobar el bachiller. Incluso saqué la suficiente nota y, según me dijeron muchos de mis antiguos profesores, bastante buena para conseguir entrar en la Universidad Autónoma de Madrid. De pronto, mientras llegaba a clase, Taylor Momsen y su grupo, The Pretty Reckless, entraron por mis cascos. Sí, por lo que habéis podido escuchar, toda la música que escucho son varios tipos de rock en el que la cantante es chica. Y también me gustaban Avril Lavigne y Angelzoom y no son grupos, son solistas que molan y que seguiré escuchando, aunque los nuevos CDs de Avril son un asco total porque no son como los primeros.
Bajo del autobús escuchando Evanescence y, voy con una carpeta llena con un montón de recortes, entradas y fotos con mis amigas. Aunque las tengo heavies como Marta que es fan de Slipknot; tengo amigas más de pop español como Samanta y tengo a Daniela, que es ultrafan del K-pop. Y mientras iba hacia clase, un chico me empujó al suelo.
-¡Bastardo! -le grito. Recojo los libros y los apuntes que se han escapado de la carpeta. -A la mierda todas mis horas de trabajo. ¡Subnormal!
De pronto, de mi bolsillo se cae mi BlackBerry desconectándose de los cascos de calavera y se oye a The Pretty Reckless.
-¡Oh, guay! -digo mientras enchufo los cascos y reviso que a mi móvil no le haya pasado nada. -Espero que estés contento, maldito capullo.
Pero ni él ni su grupo de amigotes se para a ayudarme. Entonces me levanto con todos los apuntes metidos en la carpeta y les sigo con pasos agigantados mientras la canción de The Pretty Reckless sigue sonando, agarro el hombro del que me ha empujado.
-¿Eres subnormal? ¿O eres tan egocéntrico que no te das cuenta de que me has empujado? -digo cabreada. El chico me mira como si nunca hubiera visto una chica como yo. -A ver, ¿te ha comido la lengua el gato? ¿O te la tragaste chupándotela a ti mismo?
Los amigos sonríen antes mis comentarios soeces.
-La próxima vez solo pide perdón, ¿de acuerdo? - me giro y miro el reloj de pulsera. -¡Joder! Llego tarde.
Salgo corriendo a clase pero ya por mucho que corra no llego. Pongo la música a todo volumen en los cascos, me siento en el césped que se encuentra al lado de la estación de RENFE. Empiezo a colocar los apuntes como recuerdo que van.
Entonces, oigo reírse por allí cerca a un grupo. Levanto la mirada solo para ver la felicidad que yo muchas veces no consigo. Entonces le veo observándome en la distancia pero no desvío la mirada, se la mantengo.
Él. Un pelirrojo de ojos azules marinos, de pelo medianamente largo y cara un poco cuadrada, un poco redonda. Me fijo que viste una camiseta de Sheldon de Big Bang Theory, una sudadera de color oscuro y unos vaqueros. Sigo sin apartar la mirada que él, finalmente, dirige a la morena que tiene enfrente. No me siento cómoda así que en cuanto termino de colocar mis apuntes me largo.
Cuando llevo un rato caminando, miro mi reloj y comienza la hora de Historia del Arte.

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