domingo, 1 de enero de 2012

Capítulo 17.

El día 31 y el día 1 son tan distintas que me hacen sonreír.
Pero empecemos con el principio.
El día 31 salí de casa a las 13:40, con unos vaqueros, un jersey de cuello alto rojo y unos botines de Zara negros; una bolsa enorme y una sonrisa en la cara. ¿Qué mejor forma de enfrentar el día? En realidad, la sonrisa no porque fuera feliz sino porque estaba nerviosa. ¿Quién no lo estaría? Hoy conocería a Rubén: mil de conversaciones al otro lado de un ordenador, bromas, puyas y te quiero de Internet.
Llegué a casa de Karla y llamé varias veces pero no me abrió. Me tocó volver a casa para saber de ella.
-Estaba dormida y con todas las puertas cerradas.
"Guay." pensé. "Ahora otro viajecito."
Volví al portal de la chica y llamé, esta vez sí respondió. Entré y la encontré hirviendo agua.
-¿Qué vas a hacer de comer?
-No sé. -dijo Karla pensativa. -Podrías preparar tus macarrones.
En realidad, esa receta no era mía; miles de veces cocinada por Isma mientras sonreíamos y contábamos tonterías de enamorados o hablábamos de nuestra frikeces. Por algo son los Macarrones Ismeños. Y una ensalada.

-¡Dios! Tía cada día los haces mejor. -se relame Karla mientras pincha grupos de macarrones mezclados con los ingredientes.
-El que sabe hacerlos es Isma. Por algo son suyos.
-¡Bah! Seguro que tú los haces millones de veces mejor.
-Te aseguro que no.
-¡Ups!
-¿Qué pasa? -pregunté curiosa por esa expresión de mi morena amiga.
-Tienen cebolla. ¡No hay quien quite el aliento en una tarde! -dice ella como reprendiéndose a sí misma. -Y esta noche trabajo de cara al público.
-¡Bah! Seguirás estando igual de buena que con buen aliento o, si no, métete tres chicles de menta.
-Ya lo intenté. -dice ella resignada a su "mal" aliento. -Y tú no podrás besar a ese príncipe guapo.
"¿Príncipe guapo?" pensé.
-Claro. -dijo como si me hubiera leído la mente. -El chico ese de Valencia.
-Rubén.
-¡Qué pena! -dice con un tono tristón.
-Mejor. Así no podrá besarme ni intentar cosas malas conmigo. -bromeé, en realidad no tenía ninguna gana de besar a Rubén. -Mira lo que voy a llevar.
Saqué de la bolsa extra-grande que mi madre había preparado con el vestido negro de noche hasta la rodilla que había llevado en mi graduación, las medias con hilos plateados (¡odio las medias!), un culotte para que no se me bajasen las medias y los zapatos de tacón grises que me había comprado hacia unos 6 meses.
-Y mira. -sacando el nuevo maquillaje que me había agenciado con Raquel. -¿Te gusta?
-El eyeliner es precioso y tiene pinta de ser fácil de usar.

Unas horas después. Ya habíamos cambiado los vestidos y el maquillaje estaba en nuestra piel. Entonces sonó mi móvil.
-¿Sí?
-Cari, -la voz al otro lado era la de Rubén, con mi mote cariñoso presidiendo cada frase dirigida hacia mí. -estoy en Alcobendas ya.
-¿Tan pronto? -no daba crédito a lo que me decía. Solo había tardado unas cuatro horas.
-Sí pero ahora llévame a casa de Karla. -me dijo una calle que no me sonaba mucho y le dije que pusiera Manuel de Falla como destino, al lado del metro. A los diez minutos, me llamó porque estaba abajo. Terminé de retocarme el maquillaje y bajé, vestida con mi vestido negro, los tacones grises y las medias preciosas que había roto en el proceso de ponérmelas. Nunca me había vestido así para nadie. Ni siquiera para mí.
Cuando bajé, le vi en chándal y deportivas.
-Hola. -saludé.
-Buenas tardes. -después nos plantamos dos besos en las mejillas.
-¿Cómo has llegado tan pronto?
-He ido por los peajes.
-Que tonto.
-Me pediste que estuviera aquí antes de las 7, y aquí estoy. -de pronto, el corazón se puso a mil. ¡Estúpida de mí!
Le comenté lo que me había pedido Karla ya que él tenía coche.
-No me importa.
-Pero, primero tendrás que cambiarte, ¿no?
-Claro, para ir acorde contigo.
-Entonces déjame tu móvil. -pedí. Llamé a Karla y le pedí que le dejara subir a cambiarse y ella aceptó. Subió y mientras él se cambiaba en el baño.
-¿Qué te parece?
-Es simpático.
-No me refiero a eso y lo sabes. -miré a Karla y ella iba a responder cuando él llamó a la puerta. -Pasa.
-Ya está. -dice sonriente. La verdad es que le queda bien esa ropa que se acaba de poner.
Bajamos las escaleras de casa de ella y cuando estamos en frente del coche de él:
-¿No te importa llevarme al Buddha?
-No, claro que no.
-Gracias. -mientras subíamos al coche y arrancaba. -¿E ir a por mi chico?
-Claro que no. -dijo él, terminando de arrancar. -Pero, ¿dónde es?
-En la Plaza de los Músicos. Lara sabrá donde es.
-¿Ah sí? -repuse con una ceja levantada.
-Sí. Tú has venido alguna vez conmigo, ¿no?
-No que yo sepa. -ella se queda sin saber que decir. -Dinos el nombre del bar.
Pero Karla, llegando a su trabajo, no nos dijo nada.
-Luego te daré los 20€ para la gasolina.
-Claro. -dijo él sin problema.
-Pues vamos a por Pepo.
Y cuando aceleró un un poco. -¿Sabes llevarme a Colmenar Viejo?
-Claro. -quería parecer segura. Ya lo había hecho muchas veces. Mostraba un lado que no era el suyo originalmente, luego lo pasaríamos bien y, cuando el tuviese que irse, le diría lo que le decía a todos: Que no era su tipo y que no se esforzase en más.
Llevábamos la radio puesta y parecía que el repertorio de Europa FM eran canciones románticas para despedir el 2011. ¿Acaso iban todas las parejas a ponerse a escuchar la 91.0? Estaba segura de que no.
Estarían en sus casas mirando la tele y comiéndose a besos, para despedir ese 2011 con amor. El camino no se hizo muy largo aunque casi reinaba el silencio, salvo pequeñas indicaciones por mi parte y su intento de hacer conversación, el silencio denso e incómodo estuvo en todo el viaje.

Cuando llegamos a Colmenar Viejo. Nadie podía indicarnos donde estaba el bar donde trabaja Pepo. Y maldije a Karla y su estampa.
-Cari, no te enfades que es final de año.
-Me da igual. -dijo enfurecida. -¿Es que no me puede decir dónde cojones curra este hombre? Me parece mal que gastes gasolina en venir a buscarle y no sean capaces de llamarnos, ni de dar unas buenas explicaciones. -seguí despotricando. -La culpa es tuya.
-¿Mía?
-Sí, por intentar hacerle un favor a una chica guapa para ligar con ella.
-Lo he hecho porque es tu amiga.
-Ya claro. -en realidad bromeaba, me daba igual si Rubén intentaba flirtear con Karla. O creo que no. No lo sé porque estaba tan confusa.
-Ya sabes que a la única que miro es a ti. -y el corazón me dio un vuelco, el segundo desde que estaba con él. Y eso ya que me lo había dicho más de una vez.
De pronto mi móvil sonó. Pepo se reflejaba en la pantalla de mi LG A-133; un móvil que me había costado unos 30€ porque me robaron el mío, con la tarjeta de mi abuelo y todos mis números de teléfono, menos mal que tenía que hacer limpieza.
-Hombre, Pepo.
-Mira, habla con tu chico y dile que ya he cogido un taxi. -abrí la boca de par en par. -Karla no me había avisado de que vendríais a por mí.
Hablé unos diez minutos con Pepo.
-¡Me cago en la estampa de Pepo y Karla! -grité.
-¿Qué pasa?
-Que, después de tirarnos veinte minutos buscando el bar, Pepo ha cogido un taxi.
-¡Joder! -se quejó Rubén.
-No vuelvo a hacer un favor en mi vida. -dije y añadí sin pensarlo: -Y menos cuando tiene que ver con la gasolina de mi novio.
"¿He dicho eso?" pensé. "Lo he dicho, sí."
No me atreví a mirar a Rubén.
Deshicimos todo el camino hasta ir a Plaza de Castilla para ver si el McDonalds estaba abierto, quería invitarle a un Iced Chocolate y, de paso, ver si estaba el Rubén de ojos azules, aunque sabía que no curraba en el turno de tarde. Cuando llegamos estaba cerrado. Eran las 21:30 y ya habían cerrado. ¡Guay! La noche no pintaba muy bien.
-Creo que deberíamos aparcar y dar una vuelta o algo.
-Sí.
-Te tocará improvisar. -pensé en llevarle a Sol a que viera todo aquello que me gusta de Madrid.
-Pues aparca. -bajamos hacia la Plaza de Cuzco y aparcamos cerca de la boca de metro. -Voy a improvisar. -sonreí. Bajamos las escaleras de Cuzco y llegamos a donde comprar los tickets.
Metí mi abono para comprar ya el billete del primer mes de 2012. Pero, como siempre, las máquinas les cuesta coger mi código de barras. Lo intenté un par de veces y dejé que Rubén se comprara dos sencillos.

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