La Chispita que me Enciende.

Te sientas y piensas en lo mucho que te gustaría que él estuviera allí.
Hoy me ha pasado eso, me hubiera gustado que estuviese allí pero oírle hablar de los demás como si debieran ser más felices que nosotros, la chispita se enciende.
Es como una reacción en cadena.
1. Se enciende mi malhumor.
2. Las ganas de matar de la persona de la que habla.
3. Las ganas de matarle a él por decirme cosas que no me importan.
4. Me cabreo y digo tonterías.
5. Después de que el mal humor se marche, me quedo sola con los remordimientos. Con lo qué he dicho y sé que no es verdad; me siento culpable de que lo esté pasando como el culo.
Pero tengo un cerebro, que se enciende con una chispa.  Una parte de mí le odia. Le odia por ir de fuerte, le odia porque sonríe cuando yo no puedo hacerlo, le odia porque sientes que es mejor persona que tú en todos los sentidos, odias que sea capaz de esperarte, aún sabiendo que quizá no volverías a por él.
Y sí, siento que le odio.
Entonces me llama, siento su voz y la angustia, los remordimientos, la rabia y la furia; todos los sentimientos negativos; desaparecen. Como si ya nada de lo que odias fuese verdad.
Y odio tener mi carácter y sentir que le desilusiono, que le hago más mal que bien. Pensar que no debería estar conmigo, sino con cualquier otra chica que le haga sonreír como yo no puedo hacerlo.
Es la cosa más impotente del Universo.
Y el alma llora mientras el cerebro piensa que siempre tienes esa chispita que te hará saltar.

Y es verdad, quiero un tiempo para mí. Quiero serenarme, quiero decir que estoy enamorada, quiero dejar de sentir celos por quien no debería... Quiero no sentir que soy una bomba de relojería que todo la hace estallar. Y sí, tengo ganas de verle, pero no quiero que se quede a dormir en la playa, ni en el coche no solo por el hecho de lo que dirán mis padres, sino por el hecho de que no merece quedarse allí esperando por alguien como yo.