sábado, 20 de agosto de 2011

Me quiero rendir.

Después de lo que pasó ayer con Isma, solo tengo ganas de no volver a mirar a nadie y tener que estar todo el día llorando y repetir cada una de esas palabras. No quiero volver a sentir nada por nadie quiero que mi nueva faceta ocupe la mayoría del tiempo.
Quiero sentarme en cualquier lado y dejar de pensar que en cualquier lado hay alguien para mí. Tampoco quiero volver a sentirme tan tremendamente estúpida como para volver a llorar por un chico nunca jamás. Nadie se merece romper un corazón, nadie merece esos sentimientos sin que sean verdad.
Tiene razón esa cita de Moulin Rouge:
"Lo más grande que te puede ocurrir es que ames, y seas correspondido."

Y es verdad, cuando eres correspondido, no tienes miedo a nada. Aunque caigas, piensas que volarás; el amor es una buena droga contra la vida real.
Por eso la gente se vuelve tan adicta a ella, porque todo es mejor cuando estás enamorado y eres correspondido.
Pero cuando no lo eres, sufres, sufres y sufres cada vez más, hasta que te ahogas en tu propio pozo de tristeza, te quedas hundido y no quieres salir, solo quieres vivir como una ameba. No tienes ganas de ser feliz ni de sonreír, ni siquiera de pasear por la calle, no solo por el miedo de ver parejitas, sino por el miedo a encontrarte cara a cara con él o ella, miedo a llorar mientras haya un público delante.
La verdad es que estoy bastante harta de mi yo romántico que se empeña en intentar ser feliz con una pareja, ese yo que inventa lugares, situaciones y cosas de ese estilo que solo pasan en los libros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado, si quieres comentarme qué es de tu vida.
¡Comenta!