sábado, 26 de noviembre de 2011

Capítulo 2.

Se levantó con el ruido de aquel aspirador tan viejo que sus padres usan para limpiar. Y lo primero que ve es la despedida de la noche anterior.
Rubén se ha explayado como siempre. Y se le dibuja una sonrisa en la cara; después de que ayer estuviera llorando durante la llamada.
La verdad es que se pregunta qué es lo que hace sentirse tan contenta. Entonces se levanta y piensa en lo que suele pasar por las noches: ella le promete y le da unas esperanzas que no cree que pueda cumplir; sería lo mejor enamorarse de él o cortarle las alas.
Pero reflexiona, conoce demasiados chicos que le gustan:
+Pablo: el periodista de adictiva literatura. Un escritor, igual que ella; pero que no sabe por qué sus obras se le hacen adictivas, siempre tiene ganas de más y él tampoco es que no le llame la atención. No es guapísimo pero tiene una cosa que ella encuentra fascinante. Quizá algún día sepa qué es.
+Kos: Aquel mecánico al que conoció a través del Aion. Después de hablar y hablar con él un mes entero, se siente unida a él. Y la promesa. Y no para de pensar en ello, en qué hubiera pasado si no hubiera mentido.
+Jorge: Otro chico que conoció en el Aion. Al cual parece que se ha apegado sin necesidad alguna. No sabe, no puede contestar; quizá porque sea inalcanzable; quizá le da rabia que alguien le haga daño.
+Bob: Venga, os va a sorprender. Otro chico con el que empezó a tontear, tonterías que le hacían gracia. Y conocido, por supuesto, en el Aion. Ahora son amigos.

Pero hoy no vamos a hablar de chicos, ha decidido, e intenta cumplirlo, no tontear más de la cuenta. Quizá debería hacerse lesbiana, las chicas son majas y simpáticas, y las hay muy superficiales pero no son tíos que te follan y desaparecen. Tiene un par de experiencias de ese tipo y no quiere que se repita.

Tose un par de veces, está acatarrada y mira la pantalla, a la de gente que conoce pero que no sale con ellos. Pero hoy tendrá una tarde con sus chicas, Mari y Raquel. Quisiera que volviera a ser como antes, volver a salir y quedar... Pero cada una tiene su vida. Piensa que para tener 20 años, no tiene la vida que tanto deseaba: no sale, no va a discotecas, ni tiene fotos con sus amigas; no como sus "contactos" de Tuenti que tienen miles de fotos de fiesta. Sin embargo, aparta de la cabeza esa idea.

Come sopa de fideos, y una masa que es un nuevo experimento de su madre, otra comida que se quedará en el tintero.
Vuelve al Aion, diciendo que se tiene que duchar aunque, en realidad, no le apetece nada cerrarlo, no le apetece ir con sus amigas...
Pero, menos mal que el router de Movistar la devuelve a la realidad, debe ir.

Llega pronto, incluso para ella es novedad. Llama al piso de Mari y esta la abre, le da su regalo de Navidad/Reyes/Cumpleaños; ella debería haber llevado aquel retrato, pero necesita más ajustes, no puede entregarlo como está. Raquel llega tarde, otra novedad.
Se divierten con la Wii, con los juegos de bailar, y luego, cuando están cansadas de tanto movimiento, al Buzz. Es una tarde llena de risas, de piques amistosos y cosas suyas.

Luego vuelve a casa, y por el camino piensa que todos los findes deberían ser así, quizá así no sentiría que no tiene amigas. Y, ahora que Mari le ha dado un regalo, ya no cree que está sola. Siempre que se sienta sola mirará al espejo y no pensará así.
Entonces se acuerda de los mensajes de las llamadas perdidas de Rubén, son las 12:47. Ya no podría llamarla, quizá sea mejor así. Y se pone a pensar en Kos y en Pablo. No sabe bien por qué pero piensa en ellos.

Luego se mete en su blog y escribe, la reciben mil y una personas, entre ellas, Raquel. Le encantaría decirla que quiere que todo vuelva como antes de empezar con Isma, que le encantaría sacar el curso con ella; ayudarla en sus dudas; sin embargo, le enseña la foto del regalo de Mari y se lo calla.
También la recibe Pablo, y otra sonrisa se forma en su boca, quizá podrían no tener nada serio, solo tonteo y un royo, pero piensa estropearía todo; Pablo se cansaría o que se enamorase de ella, ¿qué haría con Rubén?
Hoy, si le ve, sonreirá por verle sonreír porque le quiere pero no de la misma manera, le tiene cariño. Y, de todo lo que hablan por la noche, también hay verdades:
Es verdad que le gustan sus manos, que sus ojos no son tan pequeños, que su sonrisa es bonita y que le gusta ver cómo se sonroja, le gusta como es su voz y que le diga cosas dulces mientras hablan; tiene miedo de hacerle daño, y no solo a él, sino a Pablo también. Porque es una chica de veinte años que no sabe lo que quiere, si no sólo quiere escoger de lo que le ofrecen.

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