jueves, 20 de noviembre de 2014

Capítulo 116

Últimamente, mi peso se ha vuelto una carga demasiado insoportable de llevar a cuestas, casi tanto como cuando Álvaro se pasaba comentando lo mona que estaría con unos kilos de menos.

El caso es que, estoy casi al 100% segura, aquellos mensajes surtieron su efecto pero ahora, ahora que no tengo que estar preocupada por nada de eso porque David me quiere tal como soy, sin necesidad de llevar escotes que no me gustan, ni faldas que no soporto; sin fingir que quiero llevar ropa femenina sólo porque un hombre me lo dice.
Y, de pronto, me siento poco sexy, me siento totalmente como cuando tenía 14 años y quería que el malote de mi clase se fijase en mí.

Es verdad que me sobran más que unos kilos, me sobra medio cuerpo pero, esta vez, voy a adelgazar porque es lo que yo quiero; porque deseo verme más mona; porque me gustaría ponerme esa ropa que quiero llevar.

Yo siempre he sido la más gorda de mi colegio y, con ello, llegué a recibir insultos, vejaciones y hasta golpes porque es muy divertido pegar a la gorda. Espero que te pudras en el infierno aunque casi lo estás, machote. ;)
También mi adolescencia fue horrible porque estaba bien que los chicos estuviesen rellenitos y las chicas no. Cosas de esa gente que sólo vive para ser superficial hasta que se estampa de morros contra su silueta 10 años después. Y lo digo porque esos que se pasaron horas riéndose de mí, tienen tripas cerveceras, novias asquerosas y hasta niños mimados.

Por supuesto, durante mi adolescencia, pensaba que algún día daría el tan esperado estirón y adelgazaría. También soñaba que me despertaba con el cuerpo de una supermodelo.

Tal que así...

Seguramente todas las chicas con kilos de más soñaban con estas cosas. Pero te despertabas día tras día y, al parecer Dios está demasiado ocupado, así que te quedas con tu cuerpo al que odias y quisieras hacer desaparecer. Sin embargo, tu madre se empeña en que la mejor manera de ayudarte es coger y repetirte lo que te dice todo el mundo: «Si hicieras deporte, adelgazarías».
He ido a ballet, de niña practicaba fútbol, judo, baloncesto y mil mierdas más... Y seguí estando como estaba.

Esa es otra, toda tu familia se emplea a fondo para convencerte de que la grasa que te sobra debe desaparecer; ya no sólo tus padres si no que se unen a la fiesta media familia para decirte que hagas más deporte, que comas menos y miles de consejos cual único efecto es que, si no te quiere nadie en clase ni en las actividades extraescolares, te sientes menos querido aún.
De pronto, tienes una enorme ola de vacío dentro de ti, diciendo: «Jódete, que estás más sola que la una», lo cual lleva a odiar más a tu cuerpo. Por suerte, o desgracia, mi relación con la comida nunca ha sufrido altibajos, no como el retrete y yo que hay día que nos hemos visto 3 o 4 veces o tirarme una semana sin echar nada.
La verdad es que la bulimia no me llevó a nada y amaba demasiado la comida para convertirme en una anoréxica, así que entré en un ciclo de depresión por mi cuerpo, en el que siempre pensaba que jamás nadie me querría a menos que, una noche, Dios quisiera darme con su varita mágica de la delgadez. Me odié durante tantos años que, finalmente, me plantee el suicidio como algo real. Mi pensamiento más recurrente fue: «Si nadie va a quererme, ¿para qué estoy aquí? ¿Para ocupar el bulto de todas las tías de talla 38?»

Finalmente, encontré el amor de la manera más rara imposible. No me voy a explayar con ello pero él, a base de mucha paciencia y un armamento de piropos, me enseñó a quererme, a reírme de la gente que sólo se fijaba en mis morcillas y flotadores; a que los comentarios de los demás fueran acuosos y me resbalasen. También descubrí que, si quería y a pesar de las bragafajas, podía ser sexy, sensual y muy seductora.
VIVA LA EXPLOSIÓN SEXUAL DE LOS 17.

Incluso cuando lo dejé con él años después, nunca me sentí mal con mi cuerpo, jamás dejé de pensar que podría ser una diosa explosiva y atractiva que podía atraer las miradas que quisiera, así lo confirman la ristra de amantes masculinos que he tenido (quizá incluso demasiados.(Nah, nunca son demasiados :P)), he disfrutado de cada polla y de cada postura sin sentirme mal por ello, si no bien y deseada. Muchos de esos amantes me dijeron que tenía una sensualidad y una atracción inusitada, que daban por supuesto que era por ser tan abierta de mente; ninguno habló sobre mis kilos de más, ni de que me sobraban; hablaban de lo divertido que era todo.

A veces, cuando se me pasan esos pensamientos negativos, rebusco en capturas y en historiales de conversación todas esas palabras para concentrarlas en un solo punto: hacerme sentir mejor conmigo misma porque yo no tuve que dar las gracias por acostarme con ellos ni ellos atacaron mi físico.
Seguramente ni la mitad de ellos lea esto pero: GRACIAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te ha gustado, si quieres comentarme qué es de tu vida.
¡Comenta!